El papel del Docente Preuniversitario trasciende la simple transmisión de contenidos. Se convierte en un facilitador del pensamiento crítico, analítico y propositivo; guía para la toma de decisiones conscientes y acompañante del desarrollo integral de las y los adolescentes.

Cuando el docente prioriza el cultivo de ideas, el cuestionamiento, la creatividad y el aprendizaje significativo sobre el cumplimiento rígido de los programas temáticos, está contribuyendo a formar estudiantes capaces de analizar, reflexionar y actuar de manera ética y responsable. En esta etapa formativa, el pensamiento se convierte en una herramienta poderosa para construir identidad, tomar decisiones y proyectar un plan de vida con sentido.

PENSAR BIEN PARA TRANSFORMAR LA REALIDAD: es el lema que debe acompañar a la práctica docente en este nivel. El trabajo educativo debe orientarse a la formación de jóvenes críticos, analíticos y propositivos, comprometidos con su comunidad, con una visión solidaria, incluyente, ética y respetuosa de la diversidad. Así, se honra la misión educativa institucional y se fortalece la confianza de las familias y la sociedad.

EL AULA COMO ESPACIO DE CRECIMIENTO INTEGRAL:

El presente material, junto con los documentos institucionales y curriculares vigentes, debe ser entendido como una herramienta de reflexión pedagógica que apoye la construcción de ambientes de aprendizaje seguros, participativos, colaborativos e incluyentes. Cada acción escolar —desde la planeación didáctica hasta la evaluación— debe tener como propósito el desarrollo de aprendizajes relevantes para la vida, el bienestar emocional y la participación activa en la sociedad.

La adolescencia y juventud son etapas de exploración, identidad y definición. Por ello, se invita al personal docente a establecer metas de mejora continua, enfocadas no sólo en lo académico, sino también en lo humano, social y emocional, acompañando a las y los estudiantes en la construcción de su plan de vida, fomentando el desarrollo de habilidades socioemocionales, y ayudándolos a evitar caminos de desinformación, frustración o abandono.

EL ROL DOCENTE EN EL CICLO PREUNIVERSITARIO:

Para contribuir al desarrollo de adolescentes y jóvenes, el docente debe:

a) Dominar su campo disciplinar y conectarlo con el contexto local, nacional y global de manera significativa.
b) Comprender y comprometerse con los principios de: equidad, inclusión, pensamiento crítico, analítico, propositivo, así como justicia social, interculturalidad, igualdad de género y vida saludable.
c) Aplicar metodologías activas, colaborativas y centradas en el aprendizaje situado, que fomenten la autonomía, la creatividad y la participación estudiantil.
d) Actualizarse de forma continua, no sólo en su especialidad, sino también en pedagogía, tecnologías educativas, gestión emocional y perspectiva de género.
e) Promover y modelar valores como el respeto, la responsabilidad, la solidaridad, la empatía y la ética.
f) Ser un ejemplo de disciplina, perseverancia y compromiso profesional, generando un clima escolar de confianza y respeto mutuo.
g) Comunicarse con claridad, empatía y asertividad, fortaleciendo el vínculo entre escuela, estudiante y familia.
h) Reconocer su valor como agente de cambio y mantener una autoestima profesional saludable, fomentando la colaboración entre pares.

FORMAR PARA LA VIDA, NO SÓLO PARA LA ESCUELA:

En secundaria y preparatoria, el estudiantado empieza a administrar su tiempo, establecer prioridades, asumir responsabilidades y proyectarse hacia el futuro. La escuela debe ser un espacio donde se aprenda a vivir en comunidad, tomar decisiones informadas y desarrollar proyectos de vida dignos y posibles.

La responsabilidad docente implica acompañar a las y los jóvenes a convertirse en sujetos conscientes de su presente y protagonistas de su futuro, en coherencia con una educación que busca transformar la realidad en favor del bienestar colectivo.