A veces en la vida, cometemos errores. Nos equivocamos, tomamos decisiones impulsivas, o simplemente actuamos sin pensar en las consecuencias. Y sí, es verdad que cada acción tiene sus resultados, y en ocasiones, debemos enfrentar situaciones difíciles por errores del pasado.

Sin embargo, eso no significa que tengamos que quedarnos atrapados en esos errores ni seguir cometiéndolos.

Muchas personas caen en la trampa de pensar: “Nunca voy a cambiar” o “Ya es demasiado tarde”. Esta forma de pensar se convierte en una profecía que termina cumpliéndose. ¿Por qué? Porque si tú mismo no crees que puedes mejorar, probablemente ni lo intentes.

La realidad es mucho más alentadora: siempre puedes cambiar. No importa si ayer fallaste, si perdiste una oportunidad o si hiciste daño a alguien. El cambio comienza en el momento en que tú decides tomar un camino distinto. No podemos borrar el pasado; pero sí podemos construir un presente diferente que nos lleve a un futuro mejor.

Imagina que estás en un pozo, en un hueco profundo. Muchas veces, sin darnos cuenta, en lugar de buscar la salida, seguimos cavando. Nos quejamos, nos rendimos o repetimos los mismos errores que nos metieron allí. ¿Y qué pasa cuando seguimos cavando? Nos hundimos más.

Entonces, lo primero que debemos hacer es algo muy simple pero poderoso: dejar de cavar. Sólo eso. Dejar de repetir lo que no funciona, detener la queja, cortar el ciclo negativo. Incluso antes de empezar a escalar para salir del pozo, el sólo hecho de dejar de cavar ya es un avance, ya es un cambio en la dirección correcta.

Aquí entra una idea clave: el impulso. El impulso es esa fuerza que te lleva a seguir por inercia en una dirección. Puede ser buena o mala, todo depende de hacia dónde vayas. Si vas bajando, el impulso te empuja a seguir cayendo; pero si decides cambiar de rumbo, ese mismo impulso puede ayudarte a subir.

Y lo mejor es que el impulso no depende de dónde estás, sino de hacia dónde te estás moviendo. Puedes estar en una situación complicada, con malas notas, con conflictos personales o sintiéndote perdido; pero si decides cambiar la dirección, si decides que a partir de hoy vas a hacer algo diferente, ya estás en el camino de mejora.

No hace falta tener todas las respuestas. Basta con hacer ese pequeño giro de timón, como si fueras el capitán de un barco que cambia el rumbo. Tal vez el viaje sea largo; pero si el rumbo es el correcto, cada paso te acerca a un destino mejor.

          El cambio no es un milagro ni un momento mágico. Es una decisión constante. Tal vez no puedas resolverlo todo hoy; pero puedes empezar a hacerlo mejor hoy. Eso es lo que realmente importa. No te quedes atrapado cavando más profundo en el mismo hoyo. Detente. Respira. Cambia de dirección. Y empieza a trepar.

Tienes la capacidad de salir adelante. Cree en eso; pero sobre todo, actúa en consecuencia.